Jaron Lanier, uno de los popes de Sillicon Valley de los 80 y pioneros de la realidad virtual, acaba de publicar un manifiesto en contra los que ven al Internet como un Dios emergente o una nueva utopía social. "You are not a Gadget" es un tratado de humanismo cibernético que nos obliga repensar lo que cada día damos más por sentado.
¿Aun será posible desenchufarse de la Gran Máquina? ¿Vivir completamente separado de Internet? ¿Trabajar, consumir y divertirse sin estar conectado –directamente, o a dos o tres grados de separación? Por ejemplo, toda la industria logística que abastece las grandes ciudades—de comida, petróleo, electricidad, agua, periódicos, libros...— está mediatizada por sistemas informáticos. Si usas una tarjeta de crédito, si hablas por teléfono, si ves televisión o compras en un supermercado estás conectándote a sistemas informáticos que funcionan a base de software e Internet. El gran susto del Y2K se debía justamente al hecho que los procesos más fundamentales y vitales de la civilización actual están enchufados a la Gran Máquina.
Deténgase un segundo a pensar cuánto ha cambiado, cuán acelerado ha sido la evolución de la tecnología y la Red, en los últimos diez años. Y si, como dicen los expertos, este crecimiento es exponencial, paren e imagínense los próximos diez años. ¿Se nos va de las manos?
Este es el escenario de entrada que plantea uno de los pioneros de la realidad virtual, Jaron Lanier, en su nuevo libro, You are not a Gadget, a manifiesto; allí Lanier propone una gran pausa para pensar en conjunto este vertiginoso cambio que ha ocurrido en la sociedad globalizada, pero principalmente, en las vidas de cada persona que interactúa con la tecnología en red, el software y los "gadgets" como los celulares inteligentes, los libros electrónicos, los sistemas GPS, las PC. Más que esto, el libro es una virulenta diatriba contra los utopistas de la Web. Personas como Kevin Kelly o Ray Kurzweil que piensan, con toda sinceridad, que dentro de muy poco tiempo Internet se despertará, cobrará vida propia, y los humanos —por su lado— serán inmortales subiendo sus conciencias a la Gran Máquina.
Aquí esta el prefacio completo
Es temprano en el siglo XXI y esto significa que estas palabras serán leídas principalmente por no-personas —autómatas o masas entumecidas compuestas de personas que ya no actúan como individuos. Las palabras serán procesadas y enchufadas en máquinas de búsqueda automatizadas, dentro de una nube computacional industrial cuyo recinto físico está en lugares remotos y secretos desparramados por todo el mundo. Serán copiados millones de veces por unos algoritmos diseñados para mandar publicidades a una persona cualquiera que, según el programa, comparte interés con algún fragmento de lo que escribo. Serán escaneadas, reescritas y falsamente representadas por hordas de lectores superficiales en wikis; serán automáticamente agregadas a mensajes de texto inalámbricos.
Reiteradamente las reacciones al texto se degenerarán y se convertirán en cadenas bobas de insultos sin sentido y controversias inarticuladas.
Algoritmos descubrirán correlaciones entre ellos que leen mis palabras y sus compras, sus aventuras románticas, sus deudas y —dentro de poco— sus genes. Finalmente, estas palabras contribuirán a las fortunas de los pocos que se han podido posicionar como los Amos de las nubes computacionales.
El gran despliegue de estas palabras ocurrirá casi exclusivamente en el mundo sin vida de la información pura. Ojos humanos reales leerán estas palabras solamente en muy pocos casos.
Y sin embargo, es usted, la persona, la rareza entre mis lectores, que espero alcanzar.
Las palabras de este libro están escrita para personas, no para computadoras.
Quiero decir: tienes que ser alguien antes de que puedas compartir de ti mismo.
En el fondo, la pregunta que plantea Lanier es esta: ¿Cómo cambia nuestra idea de qué es una persona en esta época hiper-tecnologizada? Mientras contesta esta pregunta, Lanier va recordando al lector que las cosas como están hoy surgieron, en gran parte, por la colaboración azarosa de millones de personas. No hubo un plan maestro centralizado para construir Internet y todos sus apéndices. Sin embargo, una vez instalado un formato, como MIDI, o un concepto, como el de un archivo, es muy difícil reconstruirlo, cambiarlo o reformularlo.
De allí viene la urgencia del "manifiesto" de Lanier: aun estamos a tiempo de pensar la Web como una herramienta para el hombre y no como un pseudo-Dios al cual hay que seguir ciegamente, no más.
Lo más valioso del libro de Lanier es el efecto píldora roja. En la ya clásica película The Matrix el héroe, Neo, es enfrentado por un sabio del otro lado del mundo que le avisa lo que Neo mismo había sospechado hace mucho tiempo: que el mundo en cual vivimos es una ilusión. Le ofrece —por una sola vez— tomarse una píldora azul, que lo volverá a su estado de inocencia e ignorancia sobre la realidad del mundo; o se puede tomar la píldora roja que le abrirá la mente a la complejísima realidad de la existencia humana.
El libro de Lanier nos hace ver cuánto dependemos de la tecnología a base de la Web y cuánto se modifica nuestro concepto de lo que significa ser una persona y de que es la inteligencia humana. Por más que no aparecen las respuestas a las urgentes preguntas que plantea son preguntas que no se pueden ignorar.
via revista Ñ