martes, 23 de febrero de 2010

La computadora más potente, Cristina

Hasta 500 veces más rápida que una computadora personal, ya está lista para funcionar en la Universidad Nacional de Córdoba (UNC) la supercomputadora más rápida del país. Fue gestionada por el Instituto de Físico Química de Córdoba (Infiqc) de la Facultad de Ciencias Químicas.

Por falta de espacio, el equipo está instalado en la Facultad de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales. Costó 1.520.000 pesos aportados por la Agencia Nacional de Promoción Científica y, en menor medida, el Conicet. La utilizarán dos grupos cordobeses y otros tres de Buenos Aires.

Se llama Cristina, en honor a María Cristina Giordano, una de las pioneras de la investigación en fisicoquímica de Córdoba. Es 1,5 tonelada de circuitos y cables, la mayoría de ellos similares a los que tiene una computadora común. Es que las supercomputadoras actuales son en realidad clusters o agrupamientos de procesadores comerciales.

“La primera en armar supercomputadoras con componentes comunes para bajar los costos fue la Nasa, después de la tragedia de Challenger”, comenta Cristian Sánchez, investigador del Infiqc y uno de los responsables de Cristina.

Lo que la distingue es la interconexión entre los procesadores a través de la tecnología Infiniband, y el procesador central que controla los núcleos.

Cristina está compuesta por 560 núcleos Intel Xeon 5420 (que usa una PC normal). La memoria RAM es de 1,1 terabyte (un terabyte equivale a 1.024 gigabytes y una PC buena tiene cuatro gigabytes). El disco duro es de 32 terabytes, frente a los 120 gigabytes que tienen en promedio las computadoras personales.

Semejante poder (y más) es necesario para estudiar el nanomundo, esto es, las propiedades que tienen los materiales a la escala de una mil millonésima parte de un metro. A este tamaño, tan diminuto, las sustancias se comportan de manera distinta que a una escala visible.

“Si tengo un kilo de hierro y lo divido en dos. Tengo dos medios kilos de hierro con las mismas propiedades. Pero si tengo 100 átomos y los divido en dos, esas mitades se comportarán de manera diferente”, asegura Ezequiel Leiva, otro de los responsables del proyecto.

Estas propiedades tienen muchas aplicaciones, aún por descubrir. En medicina, se podrían crear formas precisas para suministrar drogas o detectar enfermedades. En nanoelectrónica, se podrán construir circuitos en una sola molécula. También se podrá almacenar energía en forma de hidrógeno en nanorredes.

Manipular en laboratorios partículas tan pequeñas es difícil y caro. Es más fácil realizar simulaciones, y es allí donde se requieren las supercomputadoras.

“Hay cosas que no podíamos hacer y ahora sí. Nuestra ciencia puede competir a nivel internacional”, asegura Leiva. “Vamos a poder trabajar con simulaciones de partículas del mismo tamaño que se utilizan a nivel experimental. Antes, hacíamos simulaciones no tan significativas”, agrega Sánchez.

El color de los átomos. Este investigador estudia el color que tienen los materiales a escala nanométrica. En realidad, busca predecir el color a partir de simulaciones. ¿Para qué sirve saber el color?

“Una nanopartícula se puede pegar a una célula con un cáncer específico. Se puede iluminar el tejido con una luz que es transparente para las células, pero no para las nanopartículas. Otra aplicación es la tinción de vidrios”, explica.

En tanto, Leiva trabaja en la caracterización de las propiedades magnéticas de nanopartículas: “Con magnetismo se podrían localizar y movilizar nanopartículas en el cuerpo humano. Las potenciales aplicaciones terapéuticas son muchas”.

Patricia Paredes es otra investigadora responsable de Cristina. Estudia las cualidades de las capas superficiales de diferentes estructuras.

“Con la supercomputadora voy a poder predecir cómo van a interaccionar estas capas con el ambiente. Una aplicación posible es la creación de biosensores para medir glucemia, por ejemplo”, comenta.

Leiva entiende que tener a Cristina es un buen paso para consolidar la ciencia básica, para luego empezar a pensar en desarrollar aplicaciones. “En mis 30 años como investigador, este es el momento en que mejores condiciones de trabajo tengo”, asegura.

También es una semilla para desarrollar recursos humanos. Y un chiche más para tentar a los jóvenes investigadores a que se queden en Córdoba.



Cinco décadas atrás, en 1960, llegó al país Clementina, la primera computadora argentina. Tenía cinco mil válvulas y sólo 5 kilobytes de memoria. Sin monitor ni teclado, funcionaba con tarjetas perforadas.



1,5 millón de pesos fue el costo de Cristina, con aportes de la Agencia Nacional de Promoción Científica.

560 procesadores Intel de computadoras personales interconectados le permiten ser 500 veces más potente que una PC.

1,1 terabyte memoria RAM, unas 280 veces más que los 4 gigabytes de una PC común. El disco rígido es de 32 terabytes.

5 billones de cálculos por segundo puede realizar. Las más rápida del mundo realiza 1.750 billones de operaciones.

via:lavozdelinterior