domingo, 19 de julio de 2009

40 años

De pronto se oyó la voz de Armstrong:

-Okay, Houston, ya estoy en el pórtico.

El auditorio prorrumpió en aplausos. Había también burla, como si la caballería hubiese llegado, al galope, a lo largo del hondón lunar.




Pasaron unos pocos minutos. La impaciencia se cernía en el aire. Luego se oyó un sonoro vítor al aparecer una escena en la pantalla. Era una escena cabeza abajo, cegadora por el contraste e incomprensiblemente el mismo caleidoscopio de luz y sombra que ven los niños en el primer momento, justo antes de que les llegue a los ojos el nitrato de plata. Luego se vieron reajustes y movimientos en la imagen, una enorme nube negra que acabó concretándose en la forma de Armstrong bajando por la escala, una confusión de objetos, una vaga e informe visión de un troglodita con una tremenda giba en la espalda, y voces, Armstrong, Aldrin y el Centro de Comunicaciones, dando detalles de la bajada por la escala. Armstrong apareció en tierra. Nadie le oyó bien del todo decir:

-Este es un pequeño paso para un hombre, pero una zancada gigantesca para la humanidad.



El viaje que cambió la historia