Los responsables del Internet Archive, fundado en 1996, se jactan de haber catalogado 150 mil millones de páginas; la iniciativa cuenta con el apoyo de la biblioteca del Congreso y del prestigioso Instituto Smithsonian. Ideológicamente, el proyecto se ha basado, entre otras cosas, en un concepto acuñado por el diseñador de ordenadores Danny Hillis: el riesgo de una era de poca memoria o, algo más dramáticamente, de una “edad negra digital”. Pese a que se suele proclamar que los formatos digitales son imperecederos, su obsolescencia es inevitable y la preservación de archivos plantea nuevos problemas...
El vaticinio parece ser que, en un futuro, buena parte de la información personal y también de la información de las empresas vivirá en ese limbo llamado nube. Además de ciertas trampas menores, como la así llamada “dependencia de la conectividad”, aparecen otros dilemas delicados. Principalmente, claro, el tema de la seguridad y privacidad de los datos. La perspectiva podría estar más cerca de Orwell que de la tan mentada libertad del ciberespacio. Lo ideal, una vez más, parece consistir en hallar un equilibrio entre el viejo concepto de centralización y esa utopía de multiplicación a la que invita internet.
La era de la nube
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