Si Nostradamus siguiera entre nosotros, estaría orgulloso de tan digno sucesor. George Friedman, húngaro de nacimiento, que logró escapar junto a sus padres del terror nazi primero y de la pesadilla soviética después, encontrando refugio en los —por aquel entonces— siempre acogedores Estados Unidos de América, tiene tras de sí un amplio abanico de ejemplos de lo peligroso que puede llegar a ser el oficio de nigromante. Por fortuna para él, ni será quemado en la hoguera de la Santa Inquisición por sus artes adivinatorias, ni tampoco vivirá lo suficiente como para que alguien le pueda echar en cara los errores de sus pronósticos.
Una vez dicho esto y dejando otras consideraciones al margen, lo cierto es que George Friedman no es alguien cuyas predicciones vayan a caer en saco roto. Sus análisis cotizan alto en el complejo mercado de la información; un mercado, dicho sea de paso, en el que Friedman ha logrado hacerse un hueco ms que vistoso a través de su compañía Stratfor Strategic Forecasting —o lo que es lo mismo, previsión estratégica—, una especie de “CIA a la sombra” según la han definido algunos de sus más acérrimos detractores, pero cuyos informes son especialmente valorados por gobiernos de todo el mundo. Por eso, el libro que hoy nos ocupa tiene un especial interés, pues para bien o para mal, las publicaciones de Friedman van a generar todo tipo de reacciones de lado a lado del orbe. El libro que hoy nos ocupa es una buena muestra de ello.
El éxito de Los próximos cien años no reside tanto en pronosticar con mayor o menor grado de certidumbre acontecimientos que a día de hoy no pueden ser catalogados de otra forma que no sea meras elucubraciones, sino en ofrecer una lectura divergente a la habitual, pero razonada, analítica y hasta cierto punto comprensiva de los hechos pasados y presentes, estableciendo entre ellos los vínculos necesarios para extrapolarlos hacia un pronóstico asumido como factible. Quizá dicha lectura peca de una cierta superficialidad —la extensión del libro tampoco permite una mayor profundización—, pero esta carencia es suplida con creces por la globalidad de los hechos enunciados y el detalle con el que se muestra la interrelación de todos ellos, dotando al conjunto de la obra del empaque necesario para ser leída de principio a fin como un todo armonizado y no como la simple adición de piezas superpuestas.
“Descubrir el orden que subyace al desorden de la historia, y anticipar los acontecimientos” es la técnica que nos presenta el autor como herramienta para dilucidar como serán los próximos cien años de nuestra era. Guerras estelares, conflictos fronterizos a gran escala, desintegración de potencias, crisis demográfica y drásticos cambios sociales son sólo algunos de los sucesos que, según Friedman, nos tocará presenciar en las décadas venideras. Algunos de ellos, aun por sorprendentes que puedan parecer, adquieren una lógica apabullante cuando se examinan a la luz de un prisma diferente al habitual. Un prisma que, estemos o no de acuerdo en ello, nos obligará cuanto menos a cuestionar muchas de las cosas que hasta ahora hemos dado por supuestas.
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